martes, diciembre 2, 2025
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Patricio Moncayo

Patricio Moncayo

PhD. Sociólogo. Catedratico universitario y autor de numerosos estudios políticos.

La realidad exige nuevas formas de deliberación política

Tras los resultados de la consulta, el Gobierno evidenció que no tiene un Plan B en su gestión política. Pero tiene mucho por hacer y debe dejar de lado la campaña electoral permanente, porque la población espera resultados tangibles.

La consulta popular del 16 de noviembre suscitó una reflexión que rebasó las intenciones del gobierno. El triunfo contundente del No ha tenido múltiples lecturas. Independientemente de su procedencia ideológica o política, se ha producido una convergencia de puntos de vista que demandan al Gobierno un autoexamen de su desempeño, cosa que no habría ocurrido si ganaba el si. El presidente ha sido calificado por la población a la luz de los resultados de su gestión. Ésta, la ciudadanía, no siente que los más graves problemas que sufre hayan sido afrontados con oportunidad y eficacia. No ve que haya una línea de acción clara.

Sin embargo, la consulta es un mecanismo democrático que no existe en regímenes de facto. La voluntad popular se expresa en las urnas y en momentos críticos su pronunciamiento inclina la balanza en favor o en contra del gobierno. El No graficó la expansión de la presencia ciudadana en el espacio público evidenciando la desconfianza de los electores en los partidos políticos.  En esta mutación de la práctica democrática han contribuido las redes sociales. La debilidad de los partidos políticos ha hecho posible la aparición de liderazgos personales desprovistos de ideología y de una formación técnica y política.

Esta nueva manera de operar de los grupos ciudadanos conduce a la improvisación y produce un déficit en la calidad de la acción de gobierno pues sin partidos políticos orgánicos e ideológicos los liderazgos personalistas actúan al margen de todo control.  Predominan las cofradías

En la consulta se vio que el gobierno carecía de un plan B. Dio por descontada la victoria del Sí gracias a la propaganda que desplegó. No evaluó suficientemente los sucesos del paro de la Conaie y también se atribuyó un éxito que terminó pasándole factura el 16 de noviembre.  El No desconcertó al Presidente y hasta ahora no ha podido dar una respuesta convincente. Más bien ha evadido dar la cara con viajes sorpresivos y confidenciales. Y lo que sorprende en su reaparición pública son sus alabanzas a las Fuerzas Armadas. No se refirió a la consulta ni respondió al veredicto en las urnas.

El Gobierno no debe er en los periodistas a temibles adversarios. En ausencia de partidos políticos serios, la prensa se ha convertido en una suerte de representación de la opinión pública. Sus críticas llenan ese vacío de la política, de la que linda con la farándula y la banalidad.

Igualmente se aprecian serios descuidos en áreas críticas cono salud. Aún se mantiene la figura del encargo de las funciones del Ministerio a la Vicepresidenta de la República, sin que se vea que ella vaya a contar con un equipo profesional de médicos y salubristas para salir avante de tal encargo. En el área política, se siente la ausencia de una cabeza experimentada.  Tampoco la economía tiene un equipo de alto nivel dirigido por un conocedor idóneo. La designación de Enrique Herrería como asesor jurídico de la Presidencia es el único nombramiento que está a tono con el reclamo ciudadano. Pero una golondrina no hace verano.

El Gobierno tiene mucho por hacer. La población espera resultados tangibles. Debe dejar de lado la campaña electoral permanente y dedicarse a gobernar con un equipo de funcionarios y colaboradores del más alto nivel. Caso contrario, los tres años que le restan de su mandato se le volverán cuesta arriba con graves peligros y amenazas para la estabilidad del régimen democrático.

El régimen democrático ha sufrido cambios que requieren de nuevos conceptos para encausar la práctica de la deliberación. Está en duda la conveniencia de dar mayor importancia a la cantidad que a la calidad; a la imagen que al proyecto.  Sin partidos los ciudadanos deambulan tras de liderazgos efímeros. La ampliación de la deliberación no ha venido acompañada de un saber sustantivo que le dé contenido a la acción de gobierno.

El viejo Ecuador puede ser un referente de lo que es posible hacer con madurez y eficacia. En el gobierno de Rodrigo Borja, por ejemplo, hubo ministros de gran calibre, como Plutarco Naranjo en Salud y Andrés Vallejo en Gobierno.  Claro que se trataba de una democracia de partidos. El nuevo Ecuador no luce preparado, y se ve atrapado por una democracia electoral. La juventud e inexperiencia que caracterizan al equipo gobernante, si bien expone visos de imaginación y creatividad, carece de la necesaria reflexión y capacidad de rectificación.

El Gobierno no debe temer a los periodistas ni ver en ellos a temibles adversarios. En ausencia de partidos políticos serios, la prensa se ha convertido en una suerte de representación de la opinión pública. Sus críticas e interrogantes llenan ese vacío de la política, de la que linda con la farándula y la banalidad.

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