La derrota electoral de Galo Plaza, en 1960, frente a José María Velasco Ibarra mostró la necesidad de que una corriente liberal progresista contara con el apoyo de un partido de masas. Plaza exhibió un programa de gobierno basado en su experiencia como presidente entre 1948-1952. La victoria de la revolución cubana en 1959 alborotó las filas de la izquierda marxista y los partidos de esta orientación ideológica volvieron a caer en las redes del caudillismo velasquista. Velasco ofreció un programa irrealizable pero su seducción a las masas le llevó nuevamente al poder.
Fue en ese contexto que un joven liberal emergió a la vida política nacional con el propósito de enfrentar al velasquismo y forjar una opción política democrática. Fue Rodrigo Borja quien entendió que el liberalismo ecuatoriano perdió la fuerza que heredó de la revolución liberal. La revolución cubana demandaba una respuesta en las filas de la democracia. Mientras los partidos marxistas se radicalizaron y soñaron con emular la acción guerrillera de Fidel Castro y del Che Guevara, en el centro izquierda Rodrigo Borja delineó una propuesta política democrática basada en la meta de una justicia social con libertad.
Borja fue crítico del socialismo autoritario que se implantó en la ex Unión Soviética. No dejó de recibir clases de marxismo con el connotado socialista Manuel Agustín Aguirre, pero jamás abjuró de su pensamiento democrático. El socialismo democrático que pregonó fue el fundamento ideológico del nuevo partido que fundó tras la claudicación del liberalismo en el pacto mordoré, que selló la alianza del partido liberal con el quinto velasquismo en 1968.
La construcción de Izquierda Democrática fue una obra titánica de Borja. Este partido no nació desde arriba sino desde las bases sociales de todo el país, con las cuales Borja mantuvo contacto. Este partido tuvo un gran soporte orgánico e ideológico. Con esta fuerza electoral Borja no necesitó alianzas espurias para ser candidato a la presidencia de la República. Perdió en su primer intento, cuando se produjo el regreso a la democracia. Volvió a terciar en las elecciones de 1984 con León Febres Cordero y finalmente triunfó en 1988 frente a Abdalá Bucaram. Su tenacidad demostró su garra como político.
En su gobierno de 1988-1992 Rodrigo Borja dio cumplimiento a sus ideales. No se apartó de los principios democráticos y pese a la difícil coyuntura económica que enfrentó tampoco se apartó de sus aspiraciones en el campo social. Mostró una escrupulosidad en el manejo de los recursos públicos, su honestidad a toda prueba le permitió fundar la política en la ética. Su gobierno no fue improvisado, contó con la colaboración de ministros debidamente preparados y seleccionados para las diversas carteras. Apoyó a la planificación y abrió espacio a los nuevos métodos que en este orden aparecieron en América latina. Mantuvo una política internacional coherente con sus convicciones y propuso el arbitraje del Papa para negociar el litigio fronterizo con el Perú. Cultivó estrechos lazos de amistad con la social democracia europea.
Borja no cedió a las tentaciones caudillistas ni a la obsesión por el ejercicio del poder. Su alejamiento de la política fue una lección de lealtad con su vocación cívica. Se retiró sin que nadie pudiera tacharle de ninguna falta en la gestión de gobierno. El pesar que ha producido su muerte es la comprobación del reconocimiento legítimo que su gobierno ha tenido y tiene en la sociedad ecuatoriana.
Es mucho lo que todos debemos aprender de su ejemplo. De ahí que se justifique plenamente el duelo nacional de tres días decretado por el gobierno nacional. Como persona Borja se destacó por su humanismo, y por su capacidad de comprender las necesidades sociales de los menos favorecidos, por ello su compromiso con la justicia social. También fue el primer presidente que promovió el consumo de un producto de la gastronomía ecuatoriana: el tomate de árbol, cuyo jugo se volvió infaltable en todo banquete oficial.
